martes, 8 de mayo de 2012



"Por nada esteis afanosos, sino sean coonocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros entendimientos en Cristo Jesús."
Filipenses 4:6-7


Pon tus suplicas delante del Señor de tu vida, guardián de tu alma. Acércate a Él con dos partes de oración y una de alabanzas fervorosas. No ores con dudas, sino con gratitud. Ten por cierto que tus peticiones han sido atendidas, y, por tanto, alaba al Señor por su misericordia.
Él te prodiga sus bendiciones; dale tú las gracias. Nada le escondas, ni guardes en tu pecho inquietud alguna que perturbe tu corazón; «sean notorias vuestras peticiones». No recurras al hombre, sino sólo a Dios, al Padre de Jesús que en Él os ama.
De este modo encontraras la paz de Dios, Jamas comprederas de cuanta paz te inundara. Él te estrechará en sus brazos amorosos. Tu corazón y tu espíritu quedarán sumergidos por Cristo Jesús en un océano de reposo. Venga sobre ti la vida o la muerte, la pobreza o el dolor, la calumnia o el odio, siempre estarás al abrigo de toda tempestad, por encima de todas las nubes que te amenacen. ¿Por qué no obedeces a este tan inefable mandato?

Sí, Señor, creo en ti, pero ayuda mi incredulidad.


Del libro: Libro de cheques (Spurgeon)

lunes, 7 de mayo de 2012

Devocional



Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros.
Isaías 66:13


!El consuelo de una madre! Es la ternura misma! Cuan perfectamente comprende la pena de su hijo!¡Cómo le estrecha contra su seno y procura meter todas sus amarguras en su corazón! El hijo puede
comunicárselo todo a su madre, seguro de que nadie como ella simpatizará con él.
Entre todos los consoladores, el niño siempre preferirá a su madre; esto mismo experimentan los mayores. ¿Y consiente Dios en cuidar a su pueblo como una madre? Esto demuestra una bondad exquisita. Fácilmente podemos comprender que es un padre, pero ¿será también para nosotros una madre? ¿No nos invita con esto a una santa familiaridad con Él, a entregarnos sin reserva, a descansar en su regazo?
Cuando Dios mismo se hace nuestro Consolador, la prueba no puede durar mucho. Confiémosle nuestra pena, siquiera sea suspirando y sollozando en su presencia. A buen seguro que no nos menospreciará a causa de nuestras lágrimas. Nuestra madre no nos menospreciará. Verá nuestra flaqueza como lo hacía ella y perdonará nuestras faltas con mayor ternura de lo que podía hacer nuestra propia madre. No tratemos de llevar la carga solos; esto sería muy duro para quien desea con tanta benignidad consolarnos. Comenzamos el día con nuestro Dios amantísimo, ¿por qué no hemos de terminarlo a su lado, ya que las madres nunca se cansan de estar al lado de sus hijos?


Libro de cheques (spurgeon)