jueves, 28 de abril de 2016

"Un corazón tierno"

Por Pedro Blois  


No hay nada como tener un corazón dulce, tierno, quebrantado. El que reciba esta gracia, tendrá a su disposición todas las dádivas y tesoros del cielo. El corazón quebranto es rápido en reconocer su error. No busca escusas, no se esconde tras el orgullo y la religión. El corazón tierno pide perdón y lo acepta gozoso. El corazón dulce reconoce su pequeñez ante los demás. Aprende con facilidad, porque tiene un concepto correcto de sí mismo. Aprecia las virtudes de los que le rodean, y no tiene problema alguno en seguir su ejemplo.
El de corazón humilde pasa por torpe para que los demás aprendan. Junto a él, uno se siente grande, importante, cuando en realidad es ciego y pequeño. El quebrantado lleva la carga, la soporta; sonríe con resignación, y es firme cuando corresponde. Este corazón es capaz de amar de verdad, con un amor sincero. Los humildes, y sólo ellos, heredarán el reino de Dios. Estos son los que se postran ante la Palabra, reconocen su pecado, abrazan a Cristo, y crecen en santidad. 

lunes, 25 de abril de 2016

lunes, 18 de abril de 2016

lunes, 11 de abril de 2016

jueves, 7 de abril de 2016

"¿Podrá poner mesa en el desierto?"

Por Carlos Vela


El pueblo de Israel había sido liberado de la esclavitud egipcia por medio de poderosas señales realizadas por Dios. Sin embargo, una vez que estaban en el desierto desconfían profundamente de la capacidad de ese mismo Dios para proveerles. La osadía de su pecado les lleva por un lado a quejarse, pero también a probarle. Una muestra de ambas cosas es la pregunta que ellos mismos se formulan: “¿Podrá [Dios] poner mesa en el desierto?” (Sal 78:19b). Por el contexto sabemos que ésta no nace de un corazón humilde que desea explorar los límites de su poder y misericordia, sino de uno exigente que pone al mismo tiempo en tela de juicio su capacidad.
Si leemos la historia llegamos fácilmente a la respuesta. El hambre del pueblo de Israel fue saciado abundantemente con la provisión del maná y las codornices. Muchos de nosotros vemos el poder de Dios en nuestra conversión, pero pronto dudamos de Él cuando vienen dificultades. Afortunadamente el Dios de las Escrituras no nos saca de Egipto para morir de hambre en el desierto, sino para llegar a Canaán. Tras nacer de nuevo, Dios se encarga de proveer para nuestras almas a través de su Palabra, presentándonos al Cristo redentor, el banquete que Dios nos ha puesto delante mientras esperamos la restauración de todas las cosas. ¡Confía en Dios como aquél que puede saciar completamente con Cristo tu alma mientras dure tu travesía por este mundo caído!

lunes, 4 de abril de 2016