miércoles, 5 de septiembre de 2012
Arrojándonos confiados, en sus brazos
En mi brazo ponen su esperanza. Isaias 51:5
En tiempos de dura prueba el cristiano no tiene en la tierra nada en lo cual pueda confiar, y por tanto se ve precisado a arrojarse en los brazos de su Dios. Cuando su barco se hunde, y no puede valerse de ningún salvamento humano, debe sencilla y enteramente confiarse a la providencia y al cuidado de Dios. ¡Feliz tormenta la que arroja al hombre sobre una roca como ésta! ¡Bendito huracán, que llevas el alma a Dios y solo a Dios!. A veces no nos allegamos a Dios porque tenemos multitud de amigos, pero cuando un hombre es tan pobre y se ve tan desamparado y desvalido que no puede recurrir a nadie, entonces vuela a los brazos de Dios, y es felizmente recibido en ellos. Y cuando esté sometido a pruebas tan apremiantes y singulares que no las pueda contar a nadie, solamente a Dios, debe estar agradecido por ello, pues aprenderá más de su Señor en esa ocasión que en cualquier otra. ¡Oh, creyente sacudido por la tempestad! , es una prueba afortunada la que te lleva al Padre. Ahora que solo tienes a Dios en quien confiar, procura poner en El toda tu confianza. No afrentes a tu Señor y Maestro con dudas y temores indignos, sino sé fuerte en la fe, dándole gloria. Haz ver al mundo que tu Dios vale para ti más que diez mil mundos; que vean los hombres ricos cuán rico eres, cuando en tu pobreza tienes de ayudador al Señor Dios; que vean los fuertes cuán fuerte eres tu en tu debilidad cuando te sostienen los brazos eternos. Ahora es tiempo para las hazañas de la fe y para las valientes proezas. Sé fuerte y valiente, y el Señor tu Dios, que hizo cielos y tierra, se glorificará en tu debilidad y magnificará su poder en medio de tu aflicción. La magnificencia de la bóveda celeste se perjudicaría si el firmamento descansase en una columna, y tu fe perdería su gloria si descansase en algo visible al ojo carnal. ¡Que el Espíritu Santo te haga descansar en Jesús!
Lecturas Matutinas (Spurgeon)