lunes, 18 de febrero de 2013

Gozo en Dios





Está alegre de corazón, oh creyente, pero cuida que tu alegría tenga su origen en el Señor. Tú tienes muchos motivos para alegrarte en tu Dios, porque puedes cantar con David: “Dios, alegría de mi gozo”. Alégrate de que Jehová reine y de que el Señor sea el Rey. Regocíjate porque Él está sentado sobre el trono y lo rige todo. Cada atributo de Dios deberá ser un nuevo rayo en el sol de nuestra alegría. Si reconocemos nuestra propia necedad, hemos de alegrarnos de que Él sea sabio; si temblamos ante nuestra debilidad, debemos regocijarnos de que Él sea poderoso; si sabemos que nos marchitamos como la hierba, nos alegraremos de que Él sea eterno; si a cada instante cambiamos, debemos de gozarnos de que Él sea inmutable. Nos alegraremos también porque Él está lleno de gracia y que esa gracia nos la dio  a nosotros en su pacto, y porque Él  nos limpia, nos guarda, nos santifica, nos perfecciona y nos lleva a la gloria. Esta es la alegría en Dios es como un río profundo. Hasta ahora solo hemos tocado la orilla, conocemos poco de su límpida hermosura y sus corrientes celestiales, pero más adelante la profundidad es mayor y la corriente es más impetuosa en su gozo. El cristiano sabe que puede gozarse no solo en lo que Dios es, sino también en todo lo que Dios ha hecho en el pasado. Los salmos muestran que en el antiguo pueblo de Dios solía pensar mucho en las obras de Dios y tenía un canto  para cada una de ellas. ¡Que  el pueblo de Dios  refiera también ahora las obras del Señor! ¡Que cuente sus poderosos hechos y cante al Señor que triunfó gloriosamente! Que no cese de cantar, pues así como las nuevas bendiciones le son dadas cotidianamente, también  debe en incesante acción de gracias, manifestar su alegría por las obras de amor que  el Señor obro en su providencia. Alegraos hijos de Sion y gozaos en el Señor vuestro Dios.

Spurgeon