lunes, 11 de marzo de 2013

ESPERANZA Y GOZO DE LOS ESCOGIDOS

Nombre precioso que la iglesia antigua solía dar, en sus momentos más gozosos al Ungido del Señor. Cuando el tiempo  de la canción de los pájaros había llegado y en el país de la amada se oyó la voz de la tórtola, su nota amorosa fue más dulce que las de ambas aves mientras cantaba: “mi amado es mío y yo suya, el apacienta entre lirios”. En el cantar de cantares siempre lo llama por este delicioso nombre “mi amado”. Aun  en el largo invierno cuando la idolatría había marchitado el jardín del Señor, sus profetas hallaran oportunidad para poner a un lado la carga de Dios, por poco tiempo y decir como Isaías: “ahora cantare por mi amado el cantar de mi amado a su viña”. Aunque los santos nunca habían visto su faz, aunque aún no había sido hecho carne, ni habitado entre nosotros, ni el hombre había contemplado su gloria, sin embargo Él era la consolación de Israel, la esperanza y el gozo de todos los escogidos, el “amado” de todos los que son justos delante del Altísimo. Nosotros, que estamos en los días estivales de la iglesia, solemos también hablar de Cristo como el amado del alma, y sentir que Él es muy precioso, “señalado entre diez mil, todo El  codiciable”. Tan cierto es que la iglesia ama a Jesús y lo reclama como su amado, que el apóstol osa a desafiar al mundo a que separe a la iglesia del amor de Cristo, y declara que no persecuciones, ni angustia, ni tribulación, ni peligros, ni espada han podido hacerlo. Es más, Pablo dice gozoso: “en todas estas cosas hacemos más que vencer por medio de aquel que nos amó” ¡Oh, sí conociéramos más de ti, precioso Señor!

C.H SPURGEON