Por Pedro Blois
Creo que uno de los mayores males de la presente generación es la pereza intelectual. Así como en otras esferas de la vida, lo queremos todo rápido y sencillo. Ni bien se nos presenta una cuestión que exija algo más de esfuerzo mental, preferimos cambiar de canal y relajarnos en el sofá. Esta actitud trae consigo trágicas consecuencias. Con facilidad somos presa de la terquedad (amiga de la ignorancia), de la manipulación, del dolor, y del ridículo. Pero peor que todo lo anterior, es considerar que Dios nos ha hablado en un Libro, y que la pereza intelectual nos aleja de su Libro.
¿Habéis considerado alguna vez el por qué de Dios hablarnos en un Libro? Además, ¿pensasteis en la razón por la que ese Libro tiene cuestiones difíciles de resolver? Sé que damos mucho énfasis a que el mensaje central de la Biblia es tan sencillo, que está al alcance de los más pequeños. Esto es verdad; pero también es cierto que hay enormes complejidades en la Biblia, y aún sus principios más básicos son insondables para el saber. La sola existencia de las Escrituras, es como un tronar desde el cielo con la voz de Dios, diciendo: ¡piensa! ¡Piensa! ¡Adquiere sabiduría!
Como buen Padre, Dios sabe cómo educarnos. Él sabe qué necesitamos para nuestro desarrollo, y plena felicidad. Él nos da un Libro, y uno con dificultades, para que experimentemos el deleite de crecer en sabiduría. Solía decir Spurgeon que las flores se recogen a ras del campo, pero los tesoros, en las profundidades de la tierra. Gloria a Dios por aquellas verdades que danzan en la superficie, pero quiera Él hacernos fuertes para alcanzar aquellas reservadas para el que, con pico y pala, medita. Conocimiento de Dios, madurez espiritual, y fruto que permanece, pertenecen a aquellos que no desprecian la sabiduría, sino que con determinación, corren tras ella.