TIM KELLER
A lo largo de los años me he dado cuenta de que algunos ministerios, en sus esfuerzos por hacer énfasis en la vida de santidad, no hacen suficiente énfasis en la aceptación por gracia de Dios hacia nosotros a pesar de nuestros pecados. Por otro lado, otros ministerios, en sus esfuerzos por evitar el legalismo, se abstienen de llamar a las personas hacia una profunda e incomoda introspección y al arrepentimiento genuino. Sin embargo, el pastor del siglo XVII John Newton hace un maravilloso trabajo en darle igual peso a la introspección y a la gracia.
Newton nos provee de algunas maneras profundamente incisivas para poder examinar nuestros corazones. Los cristianos, él nos dice, invierten muy poco tiempo y esfuerzo a examinarse a si mismos y a buscar crecer en santidad, en el fruto del Espíritu. Pero, ¿significa eso que esa profunda introspección nos condene a sentirnos siempre inadecuados, avergonzados y culpables? No, porque Newton sabe que un conocimiento profundo del pecado nos puede llevar a un gozo mas enriquecedor en la gracia. Nadie mejor que Newton en urgir a la gente a "usar el evangelio de la gracia" en el corazón para poder cambiarlo. A continuación, comparto dos cosas que he aprendido de Newton a través de los años de como poder hacer esto.
A menudo, la gente trata de llenar su corazón con el peligro de lo que están haciendo. Puedes decirte a ti mismo: “Si sigo haciendo esto, me causaré problemas”. Puede que esto sea cierto, y podrá ser una buena forma de reaccionar y reconocer el problema. Sin embargo, si esto es todo lo que le dices a tu corazón, efectivamente esto doblará el metal de tu corazón, pero no lo suavizará ni tampoco lo transformará de manera permanente. La motivación es, en última instancia, egoísta, y solo traerá cambios en el corto plazo.
Necesitamos ir más profundo hacia la única manera duradera de cambiar nuestro corazón: llevarlo a la costosa y radical gracia de Dios manifestada en Cristo en la Cruz. Le muestras a tu corazón las infinitas profundidades a las que Él fue para que tú pudieras ser libre del pecado y su condenación. Esto te llena con una sensación no sólo del peligro del pecado, sino también de su gravedad. Piensa en lo ingrato que es, piensa en cómo tu pecado no sólo es en contra de la ley de Dios, pero también contra Su corazón. Que tu corazón se derrita con el conocimiento de lo que Él ha hecho por ti. Tiembla ante el conocimiento de lo que Él es digno: digno de toda la gloria.
Un segundo y poderoso pensamiento de Newton es este: pecamos no sólo a partir de un deseo rebelde de ser nuestros propios señores, sino también porque estamos buscando otras cosas aparte de Dios para satisfacernos y llenarnos. Al mismo tiempo en que Newton señalaba muy bien el peligro de tener un entendimiento muy pobre o “light” de nuestro pecado, también era muy bueno en señalar el problema opuesto: un entendimiento muy “light” de lo que Jesús ha hecho por nosotros. Newton le escribió lo siguiente a un hombre que estaba desmotivado:
“Me dices que te parece difícil creer que es compatible a la divina pureza el abrazar o usar a un monstruo como tu. Al pensar esto, tu no solo expresas una baja opinión de ti mismo, que es correcto, pero también expresas una muy baja opinión de la persona, obra y promesas del Redentor; lo que está definitivamente equivocado… Satanás se transforma a sí mismo en un ángel de luz. Él a veces nos ofrece enseñarnos humildad; pero a pesar de que deseo ser humilde, no deseo aprenderlo en esta escuela. Sus premisas podrán ser ciertas al afirmar que somos criaturas viles y malvadas, pero luego él nos atrae a las abominables conclusiones de que entonces deberíamos cuestionar ya sea el poder, o la disposición, o la fidelidad de Cristo. Así es: a pesar de que nuestras preocupaciones sean buenas, al punto de que nacen de un disgusto con el pecado, sin embargo, cuando las examinamos de cerca, muchas veces hay mucha voluntad propia, justicia propia, incredulidad, orgullo e impaciencia mezcladas con ellas, tanto así que no son mejores que los peores males de lo que nos quejamos… Tu no has tenido, y no podrás tener, nada a la vista de Dios más allá de lo que derives de la justicia y propiciación de Jesús. Si podrías mantenerlo más a la vista, estarás más cómodo. Él será más honrado… Oremos para que podamos ser capaces de seguir el mandamiento que el Señor nos dio a través del apóstol: “Regocíjense en el Señor siempre, otra vez les digo, regocíjense”. Tenemos poco de qué regocijarnos en nosotros mismos, pero tenemos el derecho y muchas razones para regocijarnos en Él” ( Traducido de “Letter XI, to the Rev. Mr. S.,” Works of John Newton, Vol. 6, 185-187).
Si vamos a crecer en la gracia, debemos estar conscientes de que somos al mismo tiempo pecadores y también hijos amados en Cristo. Necesitamos una conciencia fuerte de nuestro pecado delante de Dios, y una convicción clara y profunda de nuestra unión y aceptación en Cristo.
Al final de cuentas, es el gozo y maravilla del Evangelio lo que te cambiará permanentemente.