Por Pedro Blois
Era evidente que los discípulos
no tenían suficientes panes como para alimentar a tamaña multitud. Jesús lo
sabía. Pero entonces, por qué hacer la
incómoda pregunta: “¿Cuántos panes tenéis?” Jesús quería asegurarse que los discípulos sabían la respuesta.
Antes de hacer el milagro, ellos debían
considerar la realidad de su insolvencia. El que provee, es también el que recibe la gloria. Es necesario que nos
deparemos detenida, y dolorosamente, con nuestra falta, de modo que el Dios que provee, sea también glorificado.
Tal vez algunos estén viviendo
una situación similar a la de los discípulos. Han sido llamados a una preciosa
tarea, pero la patente realidad de su incompetencia abarca todos sus
pensamientos. El Señor os ha preguntado “cuántos
panes tenéis”, y no podéis más que reconocer vuestra necesidad. Puede que
os sorprenda que os diga que esta no es
una mala posición. Es posible que estéis a punto de ver grandes cosas.
Dicho esto, ¿qué hacer en tal condición? Los discípulos se quejaron de que, en
efecto, era imposible que consiguiesen pan para alimentar a tantas gentes.
Estaban resignados ante lo que les parecía un
absurdo. De todos modos, Jesús hizo el milagro. ¡Su gracia superó la
incredulidad de los suyos! Pero, ¿qué esperaría
Jesús de sus discípulos? ¿Cuál debía ser su actitud la próxima vez? Considero
que él esperaba que ellos pidiesen.
Ante la consideración de su insolvencia,
ellos debían pedir a Aquel que es todo suficiente. Hermanos, hay gracia abundante para toda tarea, para
toda buena obra en el Reino.