lunes, 24 de febrero de 2014

El gozo que nos da el Espíritu Santo



Spurgeon:

Que la anciana Sara fuera honrada con la llegada de un hijo era algo que estaba muy lejos del poder de la naturaleza y opuesto a sus leyes.  En el mismo sentido, está fuera de todas las leyes naturales que yo, un pobre, incapaz y condenado pecador, reciba el regalo del Espíritu del Señor Jesucristo en mi vida. Yo vagaba sin esperanzas y por una buena razón, dado que mi vieja naturaleza estaba seca, atrofiada, estéril y maldita como el más árido de los desiertos, Aun así, se me permitió producir el fruto de la santidad. Que mi boca se llene de gloriosa risa por la extraordinaria y sorprendente gracia que recibí del Señor, dado que fui encontrado por Jesús, la semilla prometida y él me pertenece para siempre.Hoy elevaré salmos de triunfo al Señor, el que ´nunca me olvida, aunque esté humillado¨ (Salmo 136:23) porque ¨mi corazón se alegra en el Señor; en él radica mi poder. Puedo celebrar su salvación y burlarme de mis enemigos¨(1 Samuel 2:1)
Deseo que todos los que se enteran de mi gran liberación del infierno y mi bendita salvación que me visitará desde el cielo¨(Lucas 1:78) puedan reir con gozo junto conmigo. Me sentiré encantado de sorprender a mi familia con mi paz que sobreabunda, deleitar a mis amigos con mi creciente felicidad y edificar a la iglesia de Dios con mis agradecidas confesiones de alabanza. Incluso me encantará impactar al mundo no creyente con mi amable conversación cotidiana. En El progreso del Peregrino de John Bunyan (1628-1688), dice que la doncella Misericordia reía dormida y esto no debe extrañarnos,  porque ella soñaba con Jesús. Y mi gozo no será menor al de ella mientras mi amado Salvador sea el tema de mis pensamientos diarios. El Señor Jesús es un profundo océano de gozo y en ese mar se sumergirá mi alma para disfrutar de los deleites de su comunión.
Así como Sara sonrió con ternura a su hijo Isaac y rió en un arrebato de gozo con todos sus amigos, tu también, alma mía, puedes alzar los ojos a Jesús y pedir que el cielo y la tierra se unan contigo en ¨un gozo indescriptible y glorioso.¨(1 Pedro 1:8)