lunes, 16 de junio de 2014

Ser discípulo: ser sal que sala




Por Pedro Blois.    


Ser un discípulo de Jesucristo implica “llevar nuestra cruz, e ir en pos de Él” (Lc.14.27). En otras palabras, el discípulo de Jesucristo es aquel que muere todos los días al intento de hacer de su carrera, familia, negocio, o religión, su proyecto de realización personal – con lo doloroso que pueda ser –, para seguir a Cristo. No es algo que ocurre de una vez por todas, sino una lucha diaria contra una vida egocéntrica que corre tras los ídolos del corazón – tras sus propios deseos –, para ir en pos de Él; y para hacer de Él su gloria y ambición.

En Lucas 14.34-35, vemos que es imposible que seamos testigos eficaces de Jesucristo – que seamos sal que sala – aparte de esta senda del discipulado. Solamente en la medida en la que Jesucristo ocupe el primer lugar en nuestros corazones – el primero en nuestros afectos y obediencia –, sazonaremos de verdad, seremos útiles para dar a conocer su gusto y sabor. Muchos siguen a Jesús, pero Él quiere discípulos; Él quiere gentes que den a conocer su sabor, su belleza, su gloria. Amigo, hoy eres invitado a tomar tu cruz, e ir en pos de Él