Por Pedro B. Blois
¿En qué consiste, en la práctica, la vida de fe? ¿Qué significa exactamente vivir por fe? Vivir por fe, es vivir descansado en las promesas de Dios; es saber que, invariablemente, Dios cumple su Palabra. Vivir por fe, es vivir en obediencia a la Palabra, con la certeza de que Aquel que habla, es Fiel y Verdadero. Decimos que la diferencia entre el fideísmo – una fe falsa y vacía –, y la verdadera fe, es que la segunda, se caracteriza por un compromiso inquebrantable con la Palabra de Dios. Así como el esposo y la esposa se unen en una sola carne, la fe se une a la promesa en eterno matrimonio.
Dado que la fe descansa en las promesas de Dios – promesas selladas con la sangre de Jesús-, una de las razones de la debilidad de la fe, es un desconocimiento de las promesas divinas. Las promesas, son el combustible que revigora la fe; sin ellas, no hay fuerza para avanzar. Muchos de nuestros temores, y nuestra falta de vigor a la hora de obedecer, se debe a que en vano busca la fe aquella promesa en la que apoyarse. Sabiendo la importancia de las promesas, los antiguos puritanos tenían aquellas famosas cajitas de promesas bíblicas (a las que muchos después han dado un mal uso).
Sobre la importancia de las promesas, afirma Samuel Clark: “Una atención firme y constante a las promesas, y una firme creencia en ellas, resolvería el afán y la ansiedad acerca de los problemas de esta vida. Haría que la mente estuviese tranquila y serena ante cualquier cambio, y mantendría en alto el espíritu, desfalleciente bajo las presiones diversas de la vida... Los cristianos se privan de los más sólidos consuelos a causa de su incredulidad y olvido de las promesas de Dios. Porque no hay necesidad tan grande para la que no haya alguna promesa adecuada, y sobradamente suficiente para nuestro alivio.”