Orando por sus discípulos – y por todos aquellos que habrían
de creer –, Jesús dice: “Padre, aquellos
que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para
que vean mi gloria…” (Jn.17.24b). Pero, ¿dónde
está Jesús? ¿Cómo saber si estoy con Él? Algunos piensan que Él está en
medio al ajetreo del ministerio y servicio. Muchos trabajan y trabajan,
sirviendo y dando testimonio, pensando que sin
lugar a dudas, allí está el Señor. Pero en Mateo 7.21-23, se nos habla de
gentes que parecían servir a Jesucristo, pero que le eran completamente
desconocidas. ¿Dónde está entonces Jesús?
¿Dónde quiere Él que estemos?
Por regla general, Jesús
nos llama a lugares a los que no queremos ir. Él nos llama a permanecer y amar a un marido terco, o a
una esposa orgullosa (además de amar a la familia de nuestro conyugue). Él nos
llama a aprender a regocijarnos ante la falta de trabajo, o a ser fieles en
trabajos de gran congoja. Jesús nos llama a servir a nuestros hijos con
alegría, y a permanecer en ministerios de gran carga y dolor. Lejos del
activismo en el servicio, Él quiere
nuestra obediencia – Él quiere que vayamos a donde no queremos ir, que
enfrentemos lo que no queremos enfrentar; que aprendamos a llevar su yugo con
alegría. Es en esos lugares, en los
que vemos su gloria.