Por Pedro B. Blois
“… he trabajado más que todos
ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo.” 1 Cor.15.10 b. Una de las cosas
que amo del apóstol Pablo, es que él podía creer en determinadas verdades
juntas, sin la necesidad de entender plenamente como encajaban (él las aceptaba,
porque eran Palabra de Dios). Aquí tenemos un ejemplo. Por un lado, nos dice
que, en la vida cristiana, él trabajaba más que nadie. Pablo era un hombre que
trabajaba, como si el fruto de la vida cristiana de veras estuviese en sus
manos. ¡Le vemos en las Escrituras como un hombre incansable!
Por otro lado, le
vemos reconocer que todo su trabajo era el fruto de la sola gracia de Dios
sobre su vida; ¡era Dios actuando en él! ¡Cuánto misterio en todo esto! Pablo reconocía que el más leve
movimiento de su cuerpo en dirección a la obediencia, era la sola expresión de
la gracia divina. Pero, lejos de relajarse en su tarea, eso mismo le llevaba a trabajar más que nadie. Es como si
dijese: “porque Dios lo hace, porque es
su sola gracia la que lo hace todo, ¡yo lo hare! ¡Me esforzaré más que nadie en
la tarea! Sigamos su ejemplo.