Muchas veces Dios viene a nuestro encuentro con instrumentos muy pobres. El gran general Naamán tuvo que bañarse en el despreciable río Jordán, Jeremías fue quitado del pozo con trapos viejos, y a los hombres se les presenta a un Cristo crucificado como único medio de salvación. Pablo, siguiendo el mismo ejemplo, evitó el uso de una poderosa elocuencia, o de un gran conocimiento general, para no saber otra cosa entre los corintios, que Cristo, y este crucificado. ¿Por qué actúa Dios de esta manera? ¿No podría haber medios más sofisticados para atraer a los hombres?
No nos engañemos, Dios actúa de esta manera muy concienzudamente. Desde aquella trágica caída de nuestros primeros padres, todos nos hemos golpeado fuerte, y padecemos de una gran hinchazón. Pensamos de nosotros mismos mucho más de lo que somos. Y Dios ha diseñado un plan de salvación, que nos exige aceptar la realidad de nuestra pequeñez y pecado, para poder recibirlo. Queridos hermanos, las medidas del evangelio – de la ayuda que necesitamos – están ajustadas a nuestra necesidad. Por lo tanto, no nos agobiemos ante la sencillez del evangelio, ni ante la aparente debilidad de los santos, pues ahí se esconde la insondable sabiduría de Dios.