“No os dejéis
llevar de doctrinas diversas y extrañas; porque buena cosa es
afirmar el corazón con la gracia, no con viandas, que nunca
aprovecharon a los que se han ocupado de ellas.” (Hebreos 13:9)
El escritor de la
Epístola a los Hebreos, terminando ya su carta, nos recuerda la
imperiosa necesidad de afirmar el corazón en la gracia del
evangelio, y no en la religión que confía en la ley. Sus
destinatarios, el pueblo judío que había aceptado a Jesús, era
ahora fuertemente tentado a perder dicho enfoque, apoyándose en
normas sobre qué alimentos o “viandas” debían comer y cuáles
no, abrazando así una justicia religiosa, muy insuficiente en
comparación con la justicia que Cristo nos ofrece, y que al mismo
tiempo Dios nos demanda.
Por otro lado, el autor era muy consciente del terrible peligro que
estas enseñanzas entrañaban, las cuales eran capaces de mantener el
corazón completamente confiado a pesar de estar apoyado en una
enseñanza hueca, cuya obediencia no aportaba beneficio alguno, lejos
de la salvación que Dios había provisto. Cualquier religión,
incluyendo la que se presenta como “cristianismo”, en este
sentido, es un veneno mortal para el corazón, el cual permanece
ajeno al engaño de sus falsas promesas.
Hoy en día
necesitamos afirmar igualmente nuestros corazones en el evangelio.
Cualquier otro lugar en donde el corazón se apoye nos aleja de Dios
y de su gracia. El evangelio es la noticia de que Dios, única y
exclusivamente a través de Jesús, vuelve a tener comunión con
nosotros a pesar de nuestro pecado. El mensaje de que Dios nos salva,
no por lo buenas personas que podamos llegar a ser, sino por la
obediencia y la sangre de Jesús. ¡Necesitamos meditar en las
verdades del evangelio que la Palabra nos presenta hasta que nuestros
corazones se establezcan firmemente en él, siendo así transformadas
nuestras vidas!
Por Carlos Vela