Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias
Colosenses 4:2
Es interesante observar cuán gran porción de La Sagrada Escritura se ocupa del tema de la oración, ya sea al proporcionarnos ejemplos, cumpliendo preceptos o proclamando promesas.
Apenas abrimos La Biblia leemos: “Entonces se comenzó a invocar el nombre del Señor” (Génesis 4:26), y justo cuando estamos por cerrar el libro, el “amén” de una súplica ferviente llega a nuestros oídos.
Los casos son abundantes. Acá encontramos a un Jacob luchador, a un Daniel que oraba tres veces al día y a un David que con todo su corazón clamó a su Dios. En la montaña vemos a Elías, en el calabozo a Pablo y Silas. Tenemos gran número de mandamientos y miles de promesas.
¿Qué nos enseña esto sino la sagrada importancia y la necesidad de orar?
Podríamos estar seguros de que cualquier cosa que Dios haya destacado en su Palabra, lo ha hecho porque desea llamar la atención sobre eso. Si Él dijo mucho sobre la oración, es porque sabe que tenemos mucha necesidad de ella. Nuestras necesidades son tan profundas que hasta que estemos en el cielo no debemos dejar de orar.¿No deseas nada? Entonces creo que no conoces tu pobreza. ¿No tienes necesidad de pedirle misericordia? Entonces que la misericordia del Señor te
muestre tu miseria. Un alma que no ora es un alma sin Cristo. La oración es el balbuceo del creyente niño, el grito del creyente luchador, el requiem del cristiano que, moribundo, puede quedarse dormido en Jesús. Es el aliento, el lema, el consuelo, la fortaleza, el honor de un cristiano. Si eres un hijo de Dios, busca el rostro del Padre y vive en su amor.
Ora para que este año seas santo, humilde, celoso y paciente. Ora para que tengas una comunión más cercana con Cristo, y para que entres con mayor frecuencia en “la sala del banquete” (Cantares 2:4) de su amor.
Ora para que seas un ejemplo y una bendición para los demás, y para que puedas más y más vivir para la gloria de tu Señor. Que el lema de este año sea: “permanece
constante en la oración”.
Libro "De mañana oire su voz" (Spurgeon)