Aunque era Hijo, aprendió la obediencia por lo que padeció. Hebreos 5:8
Se nos dice que el autor de nuestra salvación se hizo consumado por las aflicciones, de modo que nosotros, que somos pecadores, que estamos lejos de ser perfectos, no debemos admirarnos si somos llamados a padecer. ¿Ha de ser la cabeza coronada con espinas mientras los otos miembros se merecen el delicado regazo de la comodidad? ¿Tiene Cristo que cruzar los mares de su propia sangre para ganar la corona, mientras nosotros marchamos al cielo a pie enjuto con chinelas de plata? No, la experiencia de nuestro Maestro nos enseña que el sufrimiento es necesario y que el genuino hijo de Dios no debe eludir ni desear eludirlo aunque pueda.
Hay un pensamiento muy confortable en el hecho de que Cristo fue "consumado por aflicciones" : y es que El puede simpatizar con nosotros. "No tenemos un pontífice que no se pueda compadecer de nuestras flaquezas." En esta simpatía de Cristo hallamos un poder sustentador. Uno de los primeros mártires dijo: "puedo soportar todo porque Cristo sufrió y ahora sufre en mi. El simpatiza conmigo y esto me fortalece."
Creyente, echa mano de este pensamiento en todos los tiempos de agonía. Que el recuerdo de Jesús te fortalezca mientras marchas en sus pasos encuentras en su simpatía cariñoso apoyo y recuerdo que es honroso sufrir , sufrir por Cristo es gloria. Los apóstoles se gozaron de que fueron tenidos dignos de padecer.
El Señor nos honra para sufrir por Cristo y sufrir con Cristo. Las insignias de los reyes a quienes Dios ha ungido son sus aflicciones, sus tristezas y penas. No rehuyamos pues, ser honrados. No nos privemos de ser exaltados. Las penas nos exaltan, las aflicciones nos elevan. "Si sufrimos, también, reinaremos con El".
Libro: Lecturas Matutinas (Spurgeon)