Sin derramamiento de sangre no se hace remisión. Hebreos 9:22
Esta es la voz de la verdad inalterable. En ninguna ceremonia judía -aun típicamente considerada- se hacía remisión de pecados sin derramamiento de sangre. En ningún caso y por ningún medio puede el pecador ser perdonado sin expiación. No hay para mí esperanza fuera de Cristo, pues no hay otro derramamiento de sangre que sea considerado como expiación por el pecado. ¿Estoy yo creyendo en Él? ¿Es realmente aplicada a mi alma la sangre de su expiación? En cuanto a la necesidad que tienen de Cristo, todos los hombres están en el mismo nivel. Por más morales, generosos, amantes y patriotas que seamos, esta regla no será alterada por hacer para nosotros una excepción. El pecado no cede a nada que sea menos potente que la sangre de Aquel a quien Dios envió como propiciación. ¡Qué bendición que haya un medio de perdón!
¿Por qué buscar otro? Los que profesan un religión meramente formal, no se explican cómo podemos regocijarnos de que todos nuestros pecados han sido perdonados por Cristo. Sus obras, rezos y ceremoniales les dan un consuelo muy pobre; bien pueden estar intranquilos, pues menosprecian la grande salvación y se empeñan en conseguir sin sangre la remisión. Alma mía, siéntate y contempla la justicia de Dios, que se ve obligada a castigar el pecado. Mira todo ese castigo infligido a tu Señor, humilde arrodíllate y besa los queridos pies de Aquel qe hizo expiación por ti. No vale nada, cuando la conciencia está despierta, recurrir, para hallar consuelo, a sentimientos y evidencias; es este un hábito que aprendimos en el Egipto de nuestra legal esclavitud.
Lo único que restaura a una conciencia convicta de pecado es la visión de Cristo en la cruz. «La sangre es la vida de ella», dice la ley levítica. Estemos seguros de que la sangre es la vida de la fe, del gozo y de todas las otras santas gracias.
Lecturas Matutinas (Spurgeon)