jueves, 30 de agosto de 2012

Recibiendo el óleo del Espíritu Santo



Aceite para el alumbrado. Exodo 25:6


Alma mía, ¡Cuanto necesitas esto!, pues tu lámpara no seguirá alumbrando por mucho tiempo sin aceite. Si la luz desaparece (y desaparecerá si no hay hay aceite) la mecha echará humo, y éste dará mal olor. Tú no tienes una vasija de petróleo que suba por naturaleza humana; por lo tanto, tienes que ir a los que lo venden y comprar para ti, o , a semejanza de las vírgenes fatuas tendrás que decir: "mi lámpara se apaga". Aun las lámparas consagradas no podían dar luz sin aceite. Aunque resplandecían en el tabernáculo , tenían que ser alimentadas; aunque ningún fuerte viento soplaba sobre ellas, tenían que ser despabiladas; y tú necesitas esto en gran manera. Aun bajo las circunstancias más felices no puedes dar luz por una hora más si no recibes una nueva provisión de aceite. No se podía usar cualquier aceite en el culto del Señor. No se aceptaba el petróleo que sale de las entrañas de la tierra, ni el aceite de pescado, ni de nueces. Un solo aceite era el escogido: el mejor aceite de oliva. Ni la pretendida gracia de la bondad natural, ni la imaginaria gracia de las manos sacerdotales, ni la fantástica gracia de las ceremonias exteriores servirán al verdadero santo de Dios. El sabe que dios no quedará satisfecho ni con ríos de semejante aceite. El va al molino de aceite de Getsemaní y toma sus provisiones de mano del que allí fue quebrantado. El aceite de la gracia es puro y libre de sedimentos y borras, de ahí que la luz que produce sea clara y brillante. Nuestras iglesias son los candelabros de oro del Señor, y si han de ser luces en un mundo de tinieblas, han de tener este santo aceite. Oremos por nosotros, nuestros pastores y nuestras iglesias, para que nunca falte aceite para la luminaria. Verdad, santidad, gozo, y amor, son los destellos de la luz sagrada, pero no podemos emitirlos si en lo privado no recibimos el óleo del Espíritu Santo.



Lecturas matutinas (Spurgeon)