martes, 30 de octubre de 2012
Es justo alabar a Dios y bendecir su nombre
Cantad la gloria de su nombre; poned gloria en su alabanza. Salmos 66:2
No se ha dejado a nuestra propia elección el alabar o no alabar a Dios. La alabanza es el más justo tributo debido a dios, y cada cristiano, como recipiente de la gracia divina, está obligado a alabar a Dios todos los días. Es cierto que no debemos ningún precepto dogmático en cuento a la alabanza diaria, no tenemos mandamientos que nos señalen determinadas horas para dedicarlas al canto y a la acción de gracias, pero la ley escrita en el corazón nos enseña que es justo alabar a Dios. El mandamiento escrito viene a nosotros con tanta fuerza como si hubiese sido registrado en las tablas de piedra, o enviado a nosotros desde la cumbre del Sinaí. Si, es deber del cristiano alabar a Dios. No solo es un ejercicio agradable, sino una absoluta obligación de su vida. No pienses tú, que siempre te estás lamentando, que en esto eres inocente; ni supongas que puedes cumplir con tu deber para con Dios, sin elevar cantos de alabanza. Tú estás obligado por los vínculos de su amor a bendecir su nombre mientras vivas, y su alabanza debiera estar siempre en tu boca; pues tú eres bendecido con el fin de que bendigas su santo nombre. “Este pueblo crié para mí- dice el Señor-; mis alabanzas publicará”. Si tú no alabaras a Dios, no estás dando el fruto que el Divino Labrador tiene derecho a esperar de tus manos. No cuelgues. Pues tu arpa sobre los sauces, si no bájala y procura, con corazón agradecido, hacerle producir su mejor música. Levántate y canta sus alabanzas. Con el amanecer de cada mañana, eleva tus notas de acción de gracias; y que dada puesta de sol sea seguida con tu canción. Ciñe la tierra con tus alabanzas, y cércala con una atmósfera melodiosa, y Dios, desde los cielos, escuchará tu música y la aceptará.
LECTURAS MATUTINAS (SPURGEON)