lunes, 3 de febrero de 2014

CONFIANDO EN DIOS



El salmista siente necesidad de guía divina. Hace poco estuvo descubriendo la necesidad de su propio corazón, y con el fin de no ser constantemente desviado por él, resolvió dejarse guiar, de ahí en adelante por el consejo de Dios. Cuando el sentido de nuestra necedad  nos conduce a  confiar en la sabiduría del Señor, damos un gran paso adelante para ser sabios. El hombre ciego se apoya en el brazo de su amigo y llega seguro al hogar, de igual manera nosotros deberíamos entregarnos sin reservas, a la guía divina, no dudando nada, estando ciertos de que aunque no podemos ver, es siempre seguro confiar en el Dios que todo lo ve. “Me recibirás” es una bendita expresión de confianza. David estaba seguro, el Señor no  dejaría de cumplir su obra. Creyente, aquí hay una palabra para ti, descansa en ella. Ten por cierto que tu Dios será consejero y amigo. Él te guiará, te dirigirá en todos tus caminos. En su Palabra tienes, en parte, cumplida esta seguridad pues las santas escrituras contienen los consejos de Dios para ti. ¡Felices de nosotros, que tenemos la palabra de Dios, para que siempre nos guie! ¿Qué puede hacer el marinero sin la brújula? ¿Y qué puede hacer el cristiano sin la biblia? Es esta la carta infalible, el mapa en que están registrados todos los bancos de arena. Todos los canales, desde la arena movediza de la destrucción hasta el puerto de la salvación están delineados y marcados, por uno que conoce todo el camino. ¡Bendito seas, oh Dios, porque podemos confiar en ti, para que nos guíes ahora, y nos guíes hasta el fin! Después de haber sido guiados en esta vida, el salmista anticipa la divina recepción que tendrá al fin y dice: “después me recibirás en gloria” ¡Que bendición para ti, creyente! ¡Dios mismo te recibirá en la gloria! ¡Te recibirá a ti! Aunque errante y extraviado, te llevará, al fin, a su gloria. Esta es tu porción

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