Por Pedro Blois.
Responder a la demanda del
apóstol Pedro, cuando nos llama a ceñir
los lomos de nuestro entendimiento con la Biblia, y ser sobrios en nuestros
pensamientos, no es tarea fácil (1
Pedro 1.13). Así como el restante de las facultades del alma, nuestra mente
ha sido gravemente afectada por el pecado. Y el efecto del pecado en la mente,
se muestra de manera contundente en la continua tendencia a mantener nuestros pensamientos en cosas
vanas, sin valor o sentido alguno.
Parece que nuestras mentes se
sienten cómodas y relajadas cuando reposan en la superficie de pensamientos
vacíos y superficiales. Por otro lado, ahondar en las cuestiones que tratan de
Dios, del hombre, y de las realidades eternas, nos parece denso y trabajoso.
¡Nos sentimos como si tuviésemos que levantar pesas! Pero, ¡oh!, aún aquellos
que se atreven a entrar en las verdades trascendentales, lo hacen para terminar
en confusión, ansiedad, y un terrible dolor de cabezas.
Cristiano, ¡contigo no ha de ser
así! Tú dispones de la Palabra de Dios,
y de la mente de Cristo. Te ha sido
otorgada la fuente de todo conocimiento y
sabiduría, y una mente que, entrenada en ella, crecerá en gozo, esperanza, y
paz. ¿A qué esperas entonces? Es cierto que tendrás que vencer lo que aún
resta de esa pereza y vanidad mental, pero ¡hay gran provecho en ello! Tal vez
mañana, en vez en encender la televisión, o navegar en la web, quieras gustar
el gozo eterno de abrir la Biblia, y meditar en ella.