Por Pedro Blois.
Dios tiene un plan. Él designó todo lo que acontece antes de haber creado la primera partícula de lo que existe. Este plan fue elaborado dentro del seno mismo de la Trinidad, sin la participación de nadie fuera de Dios. En este plan, Dios no fue influenciado por nada que pudiese prever, ni por especulación alguna; antes, todo lo previsto fue previamente decretado. Y el gran propósito de Dios en este plan eterno, es la gloria misma de su Nombre; es que la belleza del eterno amor Trino se difundiese y expresase en toda la Creación.
Ahora, el mismo Dios que elaboró el plan, rige sobre todas las cosas, obrando en ellas cabalmente todo lo que ha decretado. Y cuando se dice todo, se incluye el pecado, la maldad, y el diablo. En última instancia, todas las cosas cumplen y hacen avanzar su plan eterno. Y lo asombroso de todo esto, es que Dios es capaz de actuar así, sin ser ni autor ni culpable de la maldad. Él ordena aún la realidad del pecado, manteniendo la libertad de la voluntad humana, y la plena responsabilidad del hombre. ¡Cuán grande misterio!
Y hermanos, ¡mirad nuestro consuelo!: La gloria de Dios encuentra su punto culminante en la salvación de su pueblo. Dios ha ordenado todas las cosas – ¡aún al diablo! – para que la gloria de su Nombre se exprese en todo fulgor, en la persona de su Hijo, y en su obra de salvación. ¡Oh creyente! ¿Puede haber mayor seguridad para ti? Ante tal realidad, solamente podemos postrarnos, adorar, y decir junto al apóstol Pablo:
“Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a Él primero para que le fuese recompensado? Porque de él, por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.” (Rom. 11.33-36).
Ahora, el mismo Dios que elaboró el plan, rige sobre todas las cosas, obrando en ellas cabalmente todo lo que ha decretado. Y cuando se dice todo, se incluye el pecado, la maldad, y el diablo. En última instancia, todas las cosas cumplen y hacen avanzar su plan eterno. Y lo asombroso de todo esto, es que Dios es capaz de actuar así, sin ser ni autor ni culpable de la maldad. Él ordena aún la realidad del pecado, manteniendo la libertad de la voluntad humana, y la plena responsabilidad del hombre. ¡Cuán grande misterio!
Y hermanos, ¡mirad nuestro consuelo!: La gloria de Dios encuentra su punto culminante en la salvación de su pueblo. Dios ha ordenado todas las cosas – ¡aún al diablo! – para que la gloria de su Nombre se exprese en todo fulgor, en la persona de su Hijo, y en su obra de salvación. ¡Oh creyente! ¿Puede haber mayor seguridad para ti? Ante tal realidad, solamente podemos postrarnos, adorar, y decir junto al apóstol Pablo:
“Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a Él primero para que le fuese recompensado? Porque de él, por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.” (Rom. 11.33-36).