Predicación del domingo 22 de febrero de 2015
Pastor Guillermo Blois
2 Crónicas 14 al 16
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lunes, 23 de febrero de 2015
jueves, 19 de febrero de 2015
"John Bunyan y la justicia de la fe"
Por Pedro B. Blois
Aquí os comparto el testimonio del famoso predicador John Bunyan, cuando experimentó en su corazón la gloriosa verdad de la justificación por la sola fe. Nos cuenta en su biografía, sobre un largo período de una religiosidad vacía, después del cual conoció a gracia de la justificación: “Todo este tiempo desconocía a Jesucristo, y me ocupaba en establecer mi propia justicia, y hubiera perecido si Dios en su misericordia no me hubiera mostrado más que solamente mi miseria... La Biblia fue para mí algo preciado en aquella época”.
“Un día, cuando me adentraba en el tema… esta oración cayó sobre mi alma: “Tu justicia está en el cielo”. Y acto seguido, me pareció que vi con los ojos de mi alma a Jesucristo a la derecha de Dios; ahí, digo, está mi justicia; de manera que dondequiera que estuviera o hiciera lo que hiciera, Dios no podía decir de mí, “él carece de mi justicia”, pues ella esta de continuo ante Él. También vi que no fue la buena disposición de mi alma, la que mejoró mi justicia, ni la mala disposición la que hizo mi justicia peor, pues mi justicia era Jesucristo mismo: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (He.13.8). Ahora sí cayeron las cadenas de mis piernas. Quedé libre de mis aflicciones y de los grilletes,… entonces volví a mi casa lleno de gozo por la gracia y el amor de Dios” (John Bunyan, Grace Abounding to the Chief os Sinners, p.20).
“Un día, cuando me adentraba en el tema… esta oración cayó sobre mi alma: “Tu justicia está en el cielo”. Y acto seguido, me pareció que vi con los ojos de mi alma a Jesucristo a la derecha de Dios; ahí, digo, está mi justicia; de manera que dondequiera que estuviera o hiciera lo que hiciera, Dios no podía decir de mí, “él carece de mi justicia”, pues ella esta de continuo ante Él. También vi que no fue la buena disposición de mi alma, la que mejoró mi justicia, ni la mala disposición la que hizo mi justicia peor, pues mi justicia era Jesucristo mismo: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (He.13.8). Ahora sí cayeron las cadenas de mis piernas. Quedé libre de mis aflicciones y de los grilletes,… entonces volví a mi casa lleno de gozo por la gracia y el amor de Dios” (John Bunyan, Grace Abounding to the Chief os Sinners, p.20).
martes, 17 de febrero de 2015
Protestante Digital- Entrevista
Entrevista de Will Graham en Protestante digital al pastor Pedro Blois
http://protestantedigital.com/magacin/35278/Pedro_Blois__no_hagas_un_Dios_de_tu_ministerio
lunes, 16 de febrero de 2015
jueves, 12 de febrero de 2015
"Es tiempo de aprender"
Por Pedro B.Blois
“Si se embota el hacha y no es afilada, hay que añadir más esfuerzo. Pero es más ventajoso aplicar la sabiduría.” Eclesiastés 10.10. El necio anda siempre con prisas. Lo quiere hacer todo, y quiere hacerlo ya. La espera, por provechosa que sea, le es un fastidio; la preparación, tediosa, pues aún cuando no lo afirme a viva voz, piensa tenerlo todo controlado. Todo este asunto de estudiar, meditar, pedir consejo, orar, medir los pasos… si lo hace, lo hace a la ligera, con el fin de apresurarse a la acción. En el fondo, siente que todo aquello es una pérdida de tiempo.
El sabio, por otra parte, sabe que el hacha bien afilada exige menos esfuerzo en la tarea. Su preparación, sus estudios, su meditación, su adquisición de sabiduría, no se debe a que quiera evadir la tarea; antes, él sabe que llegado el momento, su golpe será mucho más preciso, y la tarea se hará con excelencia. Puede parecer que el sabio se tarda, pierde tiempo considerando; pero al aplicarse, se verá lo ventajosa que es, para todo, la sabiduría.
Por lo tanto, amigo, aprovecha bien el tiempo afilando tu hacha. Lee buenos libros, ora, inscríbete en la escuela teológica, camina con hombres de Dios, y espera. No desprecies las preciosas oportunidades para prepararte; no seas tan necio. Llegado el momento, verás la diferencia. Pensamientos certeros vendrán a tu mente, palabras precisas a tu boca, y un corazón tierno para responder a las diversas circunstancias. Amigo, recuerda, ¡muchos son los beneficios de la sabiduría!
lunes, 9 de febrero de 2015
jueves, 5 de febrero de 2015
"UN PROCESO LENTO"
Por Pedro B. Blois.
En el proceso de santificación, muchas veces nos preguntamos: ¿por qué el Señor no me libra de este o aquel pecado de una vez por todas? ¿Por qué son recurrentes estas pasiones tan contrarias a mi deseo de honrar a Cristo? Para aquellos que estén luchando con desánimo, y tengan la tentación de claudicar en esta lucha por la santidad, aquí van algunas de las razones por las que Dios nos permite que sea así. Razones por las que el proceso es lento, y la lucha recurrente:
La primera: hay algunas virtudes de carácter que no serían desarrolladas, si no existiera el proceso, y si no fuera lento. Me refiero a virtudes tales como la paciencia, la longanimidad, así como la mansedumbre y humildad. Estas, entre otras, son virtudes que desarrollamos por tener que enfrentar pecados recurrentes, y sentir que los avances son lentos y escasos. En segundo lugar: estos pecados recurrentes nos mantienen humildes a los pies de la cruz. Es bien sabido por el creyente maduro, que hay sazones en la vida en la que Dios nos permite experimentar la hiel de nuestra propia maldad, para llevarnos nuevamente a la cruz.
Finalmente, vivir el lento proceso de santificación, luchando a cada día con el pecado, nos capacita para sentir verdadera empatía por aquellos que están a nuestro alrededor, y ser buenos consoladores. Una vez libres de la lucha con un determinado pecado, estamos tan sanos, que nos olvidamos de la amargura. ¡Es así! Y porque es así… debemos seguir luchando. Por lo tanto, no te desanimes en el proceso; pues aún para la lentitud del proceso, nuestro Buen Padre tiene buenos propósitos.
La primera: hay algunas virtudes de carácter que no serían desarrolladas, si no existiera el proceso, y si no fuera lento. Me refiero a virtudes tales como la paciencia, la longanimidad, así como la mansedumbre y humildad. Estas, entre otras, son virtudes que desarrollamos por tener que enfrentar pecados recurrentes, y sentir que los avances son lentos y escasos. En segundo lugar: estos pecados recurrentes nos mantienen humildes a los pies de la cruz. Es bien sabido por el creyente maduro, que hay sazones en la vida en la que Dios nos permite experimentar la hiel de nuestra propia maldad, para llevarnos nuevamente a la cruz.
Finalmente, vivir el lento proceso de santificación, luchando a cada día con el pecado, nos capacita para sentir verdadera empatía por aquellos que están a nuestro alrededor, y ser buenos consoladores. Una vez libres de la lucha con un determinado pecado, estamos tan sanos, que nos olvidamos de la amargura. ¡Es así! Y porque es así… debemos seguir luchando. Por lo tanto, no te desanimes en el proceso; pues aún para la lentitud del proceso, nuestro Buen Padre tiene buenos propósitos.
lunes, 2 de febrero de 2015
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